sábado, 10 de octubre de 2009

Unos dias en Pamplona



Con la finalizacion de los últimos tramos de la autopista del norte, se ha acabado atravesar pueblos como Calamocha.
Pueblos que me recuerdan que existe otra forma de vida.
Un poco por hambre, un poco por nostalgia, decidimos parar a poner gasolina en los sitios de toda la vida.
Carreteras vacías en una tarde silenciosa, nos encontramos con el bar habitual cerrado y el taller de neumáticos también cerrado solo faltaba el silbido de una ráfaga de aire polvoriento arrastrando un matojo de plantas secas y me hubiera sentido aun mas en una road film, con cierto misterio.
La gasolinera estaba abierta llenamos el deposito y tomamos un café, de pie, en un vaso de plástico y servido por una maquina de esas de mono dosis. Nada que ver con el antiguo local lleno de camioneros, viajantes, agricultores y gente simplemente de paso, con los típicos jamones de Teruel colgados y la venta, con aceite de la zona. Incluso setas en la época, que por cierto, es ahora.
Cada vez mas, el viaje, se convierte en un canal continuo, sin paradas ni dudas. Como si el coche llevara un raíl y esa ecuación de tiempo y espacio  confluyendo. Que es lo que para mi significan los largos viajes en automovil. Diera como resultado cero y no mil...sensaciones.

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